Aquí tienes la versión en vídeo. Si prefieres leer el análisis, encuentras el texto más abajo.
La simplicidad en “Un hombre sin pasado”.
Vamos a desarmar Un Hombre sin Pasado para entender cómo consigue bajarnos la guardia (y plantarnos un mensaje) aún sin seguir las normas clásicas del cine.
¿De qué va la peli?
Un hombre del que nada sabemos pierde la memoria luego de recibir un golpe en un asalto. A partir de allí, se ocupa más por sobrevivir que por recuperar su pasado. En ese camino conoce a una mujer cuyo amor desinteresado lo inspira a mejorar, a tener un plan. Se enamoran, y él, además de sobrevivir comienza a generar cosas nuevas.
Sobre el final de la película, su vieja vida parece reclamarlo: su ex mujer lo reconoce en una foto en el periódico. Él debe dejar su nueva vida y regresar a la anterior a confrontar su pasado.
¿Por qué esta película es diferente?
Vamos a trasladarnos directamente a ese momento. En una película de estructura clásica, nuestro héroe tendría que verse en una situación incómoda. Tendría que decidir entre sus dos vidas: el pasado y el presente. Y sería una decisión difícil de tomar, que definiría el mensaje de la película.
La decisión crítica.
Esta decisión (crítica) es la manera en la que generalmente aprendemos el mensaje que el guionista y el director nos quieren transmitir. Pero como hemos dicho, Un Hombre Sin Pasado no sigue las normas del cine clásico.
Aquí aprendemos junto a nuestro protagonista que su ex mujer ya tiene otra pareja. Incluso le entrega los papeles del divorcio firmados (hace meses) delante de nosotros. Se desvanece la tensión.
La decisión de nuestro protagonista de volver a su nueva vida es fácil. Tan fácil, que la nueva pareja de su ex se ofrece a llevarlo a la estación de tren. (Más adelante hablaremos del humor absurdo de la peli).
El caso es que, incluso si se trata de una vida dura, austera, en esa nueva vida está su presente, su futuro y la mujer que ama. Nosotros también la preferimos. La hemos visto, la hemos vivido junto a él.
El infame Deus ex machina.
La película rompe una regla de oro que podríamos resumir así: un golpe de suerte nunca puede jugar a favor de nuestro protagonista. El infame Deus ex machina. Siempre es preferible un “golpe de mala suerte”. ¿Pero por qué?
La buena suerte le haría el camino más fácil. Esto ablandaría su determinación y su carácter. Y así, nuestro protagonista perdería la convicción de su decisión. Y nosotros, como audiencia, el interés.
Si no usa la decisión crítica… ¿Cómo define el mensaje?
El mensaje en cada escena.
El mensaje está presente de manera sutil prácticamente en cada escena. Y no es el protagonista quien lo encarna, sino su entorno.
Lejos de la frustración que implica desear lo imposible, los demás personajes no esperan nada, o tienen esperanzas muy pequeñas. Eso los vuelve agradecidos. Y luego, generosos.
De allí surge la misericordia. La compasión con este pobre hombre (sin pasado) que no tiene la misma suerte.
Lo más sorprendente es que todo en esta película funciona alrededor de estos valores sin ser nunca moralista.
¿Cómo?
Cada escena en la que algún personaje está siendo compasivo con nuestro protagonista está diseñada para tener un atisbo de humor que quiebre con la solemnidad del momento. Para hacerlo más ligero, menos dramático.
A veces se vale del contraste, sobre todo con la música, el arte y las interpretaciones. Y a veces, del absurdo, llevando la lógica al límite. Aquí hay un ejemplo de lo último.
Humor absurdo.
Nuestros personaje es tan desgraciado que se mete a un bar preguntando…
“¿Cobran por eso?” (Mirando la máquina de café).
“Por el agua, no”.
Se lleva una taza de agua caliente a una mesa. Acaba poniéndole un saquito de té usado que lleva en el bolsillo. En ese contacto con la desgracia, Kaurismäki aprovecha para reírse sin burlarse de nadie.
En una situación en la que podríamos ver una escena patética, de ruego, nuestro personaje sostiene su dignidad (aún con el hilo del saco de té).
Nosotros, como espectadores, nos reímos y bajamos las defensas. Y luego viene el momento de la misericordia. Nos cuela la bondad sin moralidades.
Como un gesto normal de empatía que todos aceptamos, la dueña del restaurante lo descubre, y luego se acerca y le ofrece las sobras del mediodía.
Montaje.
Este humor absurdo (y cualquier otro) también se puede crear “por corte”. Una herramienta que los guionistas usamos pensando en el montaje. Es lo que se cuenta con la suma entre dos escenas. El resultado es muy poderoso porque las concusiones las saca el espectador.
Un colega que se hace en el camino se acerca a él con una sonrisa.
“Es viernes. Vamos a comer afuera”.
Acaban en un comedor social al aire libre.
Interpretaciones.
El director consigue emocionarnos aún con registros sutiles. E incluso sin mover la cámara para subrayarlos. Cuando quiere subrayar algo, solo alarga los cortes. Esto nos permite a nosotros, como audiencia, entender que algo sucede allí, y buscarlo. Y a los actores, hacer su trabajo.
Como cuando nuestro protagonista conoce a la mujer de la que se enamora.
Puesta en escena.
Los otros elementos siguen esos patrones: contraste o absurdo.
Los escenarios son austeros en todos los casos, pero plenos de colores cálidos que adornan la crudeza de la historia. Además, algunos objetos (estatuas, cuadros), aparecen detrás de los personajes como símbolos o espejos. Es un recurso exageradamente obvio, pero encantador.
Así es como Un Hombre sin Pasado nos mete de lleno en un mundo austero, pero sin exprimir ni celebrar la pobreza. Sus personajes tienen poquísimos recursos, pero tienen dignidad y desean cosas alcanzables. Son desafortunados, pero se muestran agradecidos.
Hay humor en eso, pero nunca se vuelve burla. Es siempre absurdo, inteligente. Y así consigue transmitir esos valores sin moralidades.
Este es un relato sobre la nobleza de la sensatez.
Un hombre tal que no cree que el azar es un dios […] estima mejor ser desafortunado con sensatez que afortunado con insensatez […] (134–135).
Epicuro, Carta a Meneceo.
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Guión con Isabel Peña (El Reino, As Bestas), Casting con Blanca Javaloy (La Casa, Esto no es Suecia), y dirección con Borja Soler (La Ruta, Nos vemos en otra vida).



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